sábado, 3 de noviembre de 2012

El cachete también es violencia


Nos parece terrible que a estas alturas, una 'palmada', 'torta', 'azote', 'bofetón', 'cachete', o directamente, una 'hostia', se considere  motivo para entrar en debate, como si fuese una cuestión de agrado o educación, confundiendo la responsabilidad con el abuso y la educación con el castigo físico, aunque pueda deberse más a una pauta aprendida que a un comportamiento instintivo. En esta categoría, también entran las nalgadas y los golpes en las manos.
Y es que, lamentablemente, el texto irónico que sigue a continuación, "De cómo pegar a los niños, (por su bien)", bien vale de excusa real para muchos de estos padres, que no entienden que el derecho que tenemos a hacer las cosas como nos de la gana, no está por encima del derecho a la dignidad de nadie.

Aunque no lo parezca, el niño reclama de continuo una especial atención a este respecto, de ahí que no pare e insista hasta que se le castigue y reprenda. El niño pide a gritos que se le pegue, pues de las collejas recibidas, a falta de un buen entendimiento lógico-lingüístico, es de donde colige su escala de valores y aprende a conducirse en la vida, que no otra cosa es educar. La abundante casuística demuestra que los niños malcriados entre continuos mimos y caricias son los primeros en apasionarse por los juegos de guerra y en adquirir patrones violentos fuera de casa, buscando en la calle lo que les falta en el hogar entregándose con desenfreno al atractivo gamberrismo urbano, al jerárquico pandillaje o a la moda del activismo antisistema, pues como dice el refrán, «en casa de cristal, se arrojan piedras...»; por consiguiente, los paternales cachetes dados con cariño, amor y psicopedagogía previenen estas tendencias.

Vaya por delante, más allá de toda opinión, que agredir físicamente a un niño (igual que a un adulto, pero mucho más cobarde y abusivo), es ilegal:
El castigo físico incumple tres de los cuatro pilares de la legislación de la Convención sobre los Derechos del Niño, de 1989: el interés superior del niño, su derecho a la supervivencia y al desarrollo, y el derecho a que sea respetado su punto de vista. El artículo 19 de la Convención reclama a los Estados a tomar medidas "para proteger a los niños y niñas de cualquier forma de violencia física y mental". El comité, que supervisa el cumplimiento de la Convención en todo el mundo, formuló en 1995 una recomendación para "prohibir el castigo físico a los niños y niñas en la familia". En España, con la ratificación de la Convención en 1990, el Código Penal sanciona explícitamente todo tipo de violencia ejercida contra los niños y niñas. Se considera que el castigo físico no es legal.
(Desde 20 minutos)


Pegar a los niños fomenta la agresividad
Así lo contempla un estudio de la Universidad de Tulane de Nueva Orleans. "Según los investigadores, a los niños que se les pega con frecuencia a los tres años, tienden a ser más agresivos a la edad de cinco años, aunque no se indica en el estudio, podríamos trasladar los datos a edades más avanzadas. Para llegar a esta conclusión los investigadores realizaron una encuesta a casi 2.500 madres para saber con qué frecuencia podían pegar a los niños, sus hijos de tres años, durante el último mes en el momento de la encuesta. También se les preguntó sobre el grado de agresividad que mostraba el niño y sobre otras cuestiones de riesgo relacionadas con la crianza infantil. Casi la mitad de las madres (un 45’6%) afirmaron no haber pegado a sus hijos, un 26’5% manifestó haber pegado en una o dos ocasiones a los niños, y un 26’5% afirmó haber pegado en más de dos ocasiones a los pequeños."
"Los resultados muestran que a los cinco años los niños tenían más propensión a ser agresivos, incurriendo en comportamientos como los gritos, las discusiones, las amenazas,  la intimidación a otros niños, o la crueldad."
(Desde Pequelia)


Efectos a largo plazo
 Otros estudios han podido demostrar además consecuencias a largo plazo, en este artículo de Mente Libre se apunta que el castigo físico se asocia a mayores niveles de agresión contra padres, hermanos y cónyuges. Las personas que reciben azotes en su infancia tienden a volverse más agresivos y aumentan sus posibilidades de caer en drogodependencias. Además, a largo plazo, el castigo físico se relaciona con problemas de salud mental como adicciones, depresión, trastornos de personalidad o ansiedad. Por otra parte, también se ha demostrado que puede dañar el desarrollo del niño y hasta reducir su coeficiente intelectual.


Pero seguimos poniendo excusas
A pesar de todo lo que sabemos, todavía hay quien encuentra excusas para seguir dando cachetes, toques o coscorrones. Ramón Soler (Mente libre), psicólogo, especialista en psicología infantil y en psicología perinatal así como en autismo, analiza los comentarios más habituales que encuentra en sus artículos al respecto, argumentando que es por su bien, que es imposible dialogar con niños pequeños, si no se castiga se es  demasiado permisivo o que los expertos viven en una especie de mundo paralelo y no entienden de niños.  


Nuestros hijos, nuestro reflejo.
Y es que, a pesar de todo, muchos padres siguen sin ser conscientes de que nuestros hijos aprenden de aquello que ven, y que no hay mejor ejemplo que el que les demos nosotros día a día, tal y como muestra este vídeo y como nos dice Martha A. Chávez en su libro "Tu hijo, tu espejo" .
Muchos de esos padres creen que no hay manera de conseguir que un hijo nos haga caso, se porte bien o nos tenga respeto si no utilizamos el castigo físico con el (esto último, bastante irónico, que además da lugar a una enorme y tremenda confusión: el respeto con el miedo). Esos padres se agarran a la consagrada frase "a mi me pegaron y aquí estoy", dejando en evidencia que lejos de "no haberles pasado nada", aquél castigo que recibió en su infancia ha marcado un precedente a la hora de criar a sus propios hijos, y que obviamente, es una de las causas de que ese padre vea como algo perfectamente normal agredir a otra persona (aunque sea pequeña e indefensa) para conseguir su propósito. Carlos González hace excelentes exámenes de conciencia en su libro "Bésame mucho" a este respecto, haciéndonos poner en la piel del agredido con ejemplos inversos del tipo: "Cuando tu hijo no te hace caso, después de haberle dicho mil veces que se recoja su cuarto, una nalgada puede solucionar de inmediato el problema", y sustituyendo el caso por: "Cuando tu mujer no te hace caso, después de haberle dicho mil veces que tienes hambre, un buen bofetón puede solucionar de inmediato el problema" (Texto fictício no extraído del libro).

"Los niños aprenden lo que viven"

Si los niños viven con la crítica, aprenden a condenar.
Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear.
Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.
Si los niños viven con lástima, aprenden a compadecerse a sí mismos.
Si los niños viven con ridiculez, aprender a ser tímidos.
Si los niños viven con celos, aprenden qué es la envidia.
Si los niños viven con vergüenza, aprenden a sentirse culpables.
Pero, si los niños viven con tolerancia, aprenden a ser pacientes.
Si los niños viven con estímulos, aprenden a ser confiados.
Si los niños viven con elogios, aprenden a apreciar.
Si los niños viven con aprobación, aprenden a quererse a sí mismos.
Si los niños viven con aceptación, aprenden a encontrar amor en el mundo.
Si los niños viven con reconocimiento, aprenden a tener un objetivo.
Si los niños viven compartiendo, aprenden a ser generosos.
Si los niños viven con honestidad y equidad, aprenden qué es la verdad y la justicia.
Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener fe en sí mismos y en quienes los rodean.
Si los niños viven en la amistad, aprenden que el mundo es un bello lugar para vivir.
Si los niños viven con serenidad, aprenden a tener paz espiritual.

Dorothy Law.

Aquellos padres que no conocen otra forma de educar, pueden encontrar una gran herramienta en el libro "Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen", de Adele Faber, en el que enseña a los padres a educar y comprender las preocupaciones de los hijos, fomentar la colaboración familiar, abordar respetuosamente los sentimientos, encontrar alternativas al castigo y ayudar a los hijos a construirse una imagen positiva de sí mismos.


"El que enseña pegando, enseña a pegar"
No es nada raro que el mismo padre o madre que utiliza los azotes para corregir la conducta de sus hijos, después recrimine la conducta del mismo cuando es el niño el que pega a otro ante un conflicto o si considera que la otra persona ha hecho algo mal. Y si el niño crece en ese contexto en el que se relaciona el castigo fisico con la corrección, ¿de qué vamos a extrañarnos cuando de mayor nos suelte a nosotros mismos un bofetón, si es lo que les hemos enseñado durante toda su infancia? Pero eso no es todo, porque existe la posibilidad de que ese niño no se revele, de que ese niño guarde el dolor en su corazoncito, destrozando su autoestima y considere algo normal ser castigado ante algo que los demás desaprueben. Y ese niño puede incluso que acepte los castigos de sus padres, así como los de otros niños, o los de su pareja, cuando sea adulto. Porque cree que los merece. A este respecto, hay numerosos estudios que indican que en la edad adulta, un gran número de personas buscan en su pareja el reflejo de su progenitor, así una mujer con un padre alcohólico o violento, es posible que acabe con un marido con las mismas características.
Además, en un estudio realizado en la Universidad Estatal de Oregón recogido por HealthDay, Shannon Lipscomb, autora del estudio (publicado en la última edición de la revista Development and Psychopathology), afirma que los hijos de padres iracundos son más propensos a las rabietas, a enojarse fácilmente y a comportarse mal si sus padres se enojan con rapidez y reaccionan de forma desproporcionada a la conducta de sus hijos. Y es que los niños tienden a imitar las conductas de afrontamiento que ven en casa.
A este respecto, Raymond Novaco, experto en psicología sobre el enfado, nos dice en una interesante entrevista publicada en Bitácora Cultural, "La ira es una emoción humana corriente muy importante para vivir, lo que pasa es que a menudo se confunde con la agresión, que es un comportamiento. Si queremos mitigar la violencia en nuestra sociedad, hemos de empezar en casa"


La letra... ¿con sangre entra?
Agredir a un hijo para corregir su conducta no es un buen método, como hemos visto, aunque a efectos inmediatos pueda conseguir el objetivo del padre. El niño agredido puede aprender a escaquearse a espaldas de los padres para no recibir los golpes, y puede también animarlo a mentir para evitarlos. Por no mencionar que en muchas ocasiones, lo único que buscan es llamar nuestra atención, y si no consiguen llamarla cuando hacen cosas bien, pueden llegar a hacerlo de la única forma que la consiguen, aunque ésta pueda acabar en agresión física (por ejemplo, no haciendo caso o desobedeciendo reiteradamente). Y es que nuestros hijos necesitan llamar nuestra atención no solo para recibir nuestro cariño, sino también para sentir que forman parte de algo, que se les tiene en cuenta, que nos importan, que los valoramos y porque es parte de su propio aprendizaje.
En un castigo infantil nunca se debe mostrar extrema autoridad o agresividad, resulta más efectivo un rostro y una actitud seria con explicaciones claras que desaprueben una mala conducta. El niño debe entender que se le desaprueba su conducta (no me gusta lo que has hecho, esto está mal, etc...) y no a él (eres malo, no te quiero, etc...)
Es por tanto imprescindible, aunque obviamente no sólo por esto, que les prestemos la atención necesaria, que pasemos tiempo con ellos, que les demostremos nuestro amor, que los aceptemos tal y como son sin comparaciones, que no negociemos jamás nuestro amor por ellos como consecuencia de una mala conducta, que les escuchemos y comprendamos (intentando ponernos en su situación y dándole la importancia que merecen sus 'problemas', aunque a nosotros puedan parecernos triviales,  para ellos pueden resultar realmente graves y nuestra comprensión sin duda les reconfortará y ayudará a solventarlos) y que formemos parte de sus vidas positivamente, sin necesidad de que tengan que llamar nuestra atención a través de un mal comportamiento.

Cuando un niño coge una rabieta, lo que hay que hacer es acompañarlo, comprendiendo que es una demostración de lo que está sintiendo y siendo conscientes de que por mucho que nos enfademos o les peguemos, no lo vamos a cambiar. La diferencia está en lo que ese niño recibirá de sus padres cuando se encuentra frente a un problema o enfado (¿respeto, comprensión y cariño... o ira, desprecio y maltrato?) y por tanto, cómo aprenderá a afrontarlo.  
¿Que pintan las paredes? Pues que las limpien. Y cuando se nos pase el enfado volvemos a hablar de dónde se pinta y dónde no. ¿Que tiran la leche? Pues les damos un trapito y que lo recojan. Y no como castigo, sino como un consecuencia lógica de sus actos, porque también es su casa y todos debemos cuidar de ella. Y si hacen algo en que su integridad física corre peligro se actúa, se le aparta o se le coge lo que sea, y ya en situación de seguridad le indicaremos qué ha pasado y cómo debería actuar.
 Si un niño se equivoca, debemos enseñarle amablemente a corregir esa conducta, y si hace algo peligroso o no adecuado, explicarle, a su altura y sin alzar la voz, aunque con semblante serio y firme, por qué motivo no debe hacer aquello y cómo debe hacerlo correctamente.

Principales modelos teóricos explicativos del maltrato infantil
"Algunas investigaciones señalan que una causa importante del maltrato son las expectativas irrealistas de los padres al esperar de sus hijos conductas maduras, que son obviamente inapropiadas para la edad de estos"
Y para ellos, tomamos esta valiosa herramienta, desde Papá conejo - Mamá piojo:

"Cuando te sientas así, cuando veas que o te tiras a las vías del tren o te desquicias... cuando sientas que ya no puedes más, antes de gritar o de perder el control: mírale las manos. Cuando veas lo pequeñitas que son te darás cuenta de lo pequeñ@ que es, de lo poquito que basta para hacerle daño."


Las manos son para...
Nuestras manos sirven para acompañar, proteger, mimar, guiar, sostener, acariciar, sentir...  El Consejo de Europa elaboró en 2008 este precioso vídeo para la campaña por la erradicación del castigo físico contra niños y niñas.
Save The Children pone a disposición de las familias una sencilla guía de crianza en positivo, titulada "¿Quien te quiere a tí?", donde de forma sencilla y amena, da herramientas para educar de manera respetuosa.

Anna Salguero y Mireia Muñoz para 'Por Un Parto Respetado'


Lee también:
La nalgada a tiempo
De autoridad y cachetes


 
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2 comentarios:

Ramón Soler dijo...

Acabo de encontrar esta entrada y quería daros las gracias por las menciones a Mente Libre.

El artículo es una estupenda recopilación de razones y motivos por los que debemos desterrar los azotes como herramienta educativa. Hay muchos padres que aún lo siguen considerando normal, por eso es tan importante difundir y repetir este mensaje.

Un saludo,
Ramón Soler

Mireia dijo...

Gracias a vosotros, Ramón, por el gran trabajo que haceis.
Un abrazo!

Mireia

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