Artículo cedido por la autora para ser publicado en este blog. ¡Gracias, Irene!
Hay mucha variedad estadística en esto, cuándo erupcionan es muy variable, asi que esas cifras no deben tomarse al pie de la letra.
Imaginad que no tuviéramos dientes de leche. Si salieran directamente los definitivos, no cabrían todos en la boca. Un niño de 3 años no tendría espacio para albergar nada más que incisivos y caninos. No podría masticar, moler la comida. Los niños se caen constantemente y se golpean la boca… si directamente erupcionaran los incisivos definitivos, no llegaríamos a viejos con ellos, seguro que antes nos los habríamos roto y habrían tenido que extraerlos o realizarles algún tratamiento…
No solo eso: los dientes de leche no solo son más pequeños que los definitivos, y se colocan espaciados en el hueso para posteriormente dejar espacio a los definitivos, más grandes. También por dentro son diferentes. Están menos mineralizados, tienen más contenido de agua, y la disposición de los minerales es distinta. El diente de leche es más “esponjoso”, más húmedo. El diente definitivo es más compacto. Puede pasar que un diente de leche se vea agredido de cualquier forma (caries, traumatismo). ¿Cuál es el método de defensa que tiene el diente para intentar seguir realizando su función a pesar de la agresión? Pues su estructura interna. Recordemos que un diente es una estructura viva, con capacidad de respuesta, con células vivas en su interior, en la pulpa. La pulpa no es solo “el nervio”: son también los vasos sanguíneos por donde se nutre el diente, y los que le dotan de su capacidad de reacción y defensa. Por tanto ante una agresión, la pulpa responde. Pero no responde con dolor, como pasa en el adulto. El diente adulto duele porque ya es la última oportunidad que tiene para hacerse notar, para que el individuo salve al diente: es su manera de decir “para, para, eso que haces no me gusta, tienes que dejar de hacerlo porque no es bueno para mí ni para ti”. Pero el diente de leche “sabe” que luego vendrá el definitivo a sustituirlo. Sabe que va a estar ahí por un tiempo limitado y va a aprovecharlo al máximo si puede, así que no duele. De hecho, cuando un diente de leche duele, por ejemplo porque tiene una caries grande, el dolor se produce porque el hueco es retentivo, y la comida que se queda ahí se aplasta sobre la pulpa, y eso produce dolor. Pero si se elimina la comida, el diente deja de doler.
También sucede con mucha frecuencia que tras una caída sin consecuencias aparentes, al cabo de muuuucho tiempo (semanas, meses, años), aparece como un granito de pus a la altura de lo que es la punta de la raíz de la muela o diente (una fístula), que ni los padres lo han visto,ni el niño se ha quejado. Se queja y duele si esa fístula se tapona y se forma un absceso, que es como una burbuja que se infla y desinfla con cierta regularidad. Rarísimamente sale un flemón como los que vemos a veces en adultos.
Cuando un diente es agredido y la pulpa se muere, el organismo va a intentar librarse de ese tejido muerto, que no debe estar dentro de una persona sana. Y menos dentro de un niño. El organismo del niño es más importante que su muela, y la biología actuará para preservar al niño aunque eso exija perder un diente. Entonces, las células, muy sabias ellas, se organizan. No necesitan un director de orquesta, ni un catedrático de odontopediatría, ni cinco másteres, ni productos-milagro. Hacen un caminito pim-pam-pim-pam: fabrican un túnel ellas mismas, tapizándolo, desde el interior del diente hasta el exterior. Un tubo colector por donde pasarán los residuos de pulpa necrosada hasta la boca, donde ya no generan ningún riesgo para el paciente. Eso es una fístula.
Si sigue habiendo caries, el tejido mineralizado del diente va a seguir destruyéndose, y el organismo lo va a expulsar: se van rompiendo trocitos de diente, que el paciente percibirá y escupirá. El resto de raíz que quede dentro también será destruido por el propio organismo y desechado convenientemente. Porque una cosa está clara: un diente en mal estado amenaza al definitivo. Entonces, lo prioritario para el organismo es que este niño enfermo se convierta en un adulto sano, y la biología le da esa oportunidad, defendiendo al germen del diente sano del de leche que se ha ido pudriendo y desechando. Así pues, lo que la biología dice es “adiós, diente pocho, adiós, vete cuanto antes y vete por donde no molestes, no eches tu porquería encima del diente definitivo que se está incubando ahí al lado”. De esta manera todo está orquestado para que el diente definitivo erupcione sano.
Ah, ¿Qué habéis oído que un diente de leche en mal estado puede afectar al definitivo? Sí, tan cierto como que después de una cesárea no puedes parir vaginalmente al siguiente niño, o tan cierto como que si eres estrecha de pelvis te tienen que hacer la cesárea. Lo que la bibliografía sí demuestra es que los traumatismos (un tipo concreto de traumatismo) sobre los incisivos de leche pueden lesionar irreversiblemente al germen del incisivo permanente.
Pero ¿qué es lo que vemos habitualmente en nuestra sociedad actual? Lo primero que vemos es un niño con un problema, y eso nos hace agarrar las riendas del asunto y llevar al niño al dentista, que es “el que sabe”. Y NO, el dentista NO es el que sabe. La naturaleza SÍ que sabe y lo demuestra. El dentista a veces comete la torpeza de en vez de ayudar a la naturaleza, enfrentarse a ella. Y normalmente la naturaleza es más sabia, más cabezona, y acaba ganando la partida, a su manera, claro está. Y el objetivo de la naturaleza no es un niño sano, sino un adulto sano. La niñez es un camino por el que hay que pasar, pero no es el objetivo.
Entonces, el papá lleva al niño al dentista porque tiene un agujero en una muela, y hay que empastarlo. Hay que obturarlo, cerrarlo, taponarlo, tapiarlo… y lo único que conseguimos es emparedar las células que queden allí. Algunas muertas, otras a medias, otras vivas. Hay estudios que demuestran que donde hay una caries, limpias, como hacemos habitualmente los dentistas, con fresas, con líquidos, y dejas la cavidad lista para obturar. Y obturas. Luego cortas la muela en láminas finas, tiñes con las tinciones necesarias para ver al microscopio y ¿qué ves? Bacterias. Siempre quedan bacterias. Nunca consigues eliminarlas del todo. Nunca. Si al diente le queda poco tiempo en la boca porque le toca caerse más o menos pronto, si empastas, aguantará. Si el diente tiene que estar muchos años aún en la boca, las bacterias se reproducirán y ¿qué sucede entonces? Que ya no hay una comunicación desde el interior del diente hasta el exterior. Que le han plantado ahí un material que no hay quien pueda con él (el empaste). Por tanto todo lo que las bacterias se coman no tendrán por dónde desecharlo, se acumulará ahí y en un momento dado eso comienza a inflamarse e inflamarse… flemón. Flemón de los que deforman la cara, flemón de los que dan fiebre, flemón de los que asustan, y desde luego flemón que necesitará antibiótico. Porque hasta ahora no era necesario ningún antibiótico.
¿Entonces, quién ha puesto en riesgo ahí al niño? ¿Las bacterias? ¿La caries? ¿O el dentista? ¿Vamos a ser tan (póngase aquí algún adjetivo, que a mí no me sale) de pensar que el dentista, su sapiencia y conocimiento, su bienhacer y su destreza le han salvado la vida al niño cuando éste ya no podía ni abrir el ojo de cómo tenía eso de inflamado? Pues sí, de nuevo un ejemplo más de por qué los médicos deberíamos tener las manos atadas a la espalda.
¿Significa eso que no hay que hacer nada cuando un niño tiene una caries? ¿Qué ya la naturaleza se encargará de solucionarlo? No. Significa que tenemos que remar a favor de la naturaleza y no en contra. ¿Y cómo se traduce esto?
Pues primero comprobando si el niño tiene dolor. Si tiene, ver cómo se puede solucionar. Con analgésicos, con limpieza…. con escucha, con cariño (anda que no hay personas que lo que les duele es el alma, y creen que el alma está dentro de un diente: eso es somatizar). Si el niño tiene capacidad funcional o no: si come, vaya, si puede masticar. Si pronuncia bien. Si sonríe bien.
Si podemos, se empasta, sabiendo que NUNCA un empaste va a ser “definitivo” en un niño. Y menos aún en niños de menos de 4-5 años, donde tenemos dos inconvenientes: primero, que mantener quieto a un niño de esa edad el tiempo necesario para hacer técnicamente bien un trabajo es prácticamente imposible. Y segundo, cuando más pequeño es el niño, más tiempo le queda a ese diente para que se exfolie (qué bonito verbo, quiere decir “para que se caiga”), y más tiempo a las bacterias para reproducirse bajo el empaste y que éste fracase. Aunque se haga con anestesia general, el pronóstico no es tan bueno como un empaste en un adulto, por las propias condiciones de la boca, la humedad, los materiales idealmente diseñados para dientes adultos.
La OMS en todos estos casos recomienda lo que se llama Odontología Atraumática (lo podéis encontrar como ART: atraumatic restorative techniques o TRA: técnicas de restauración atraumática). Consiste básicamente en diagnosticar precozmente, remineralizar o detener la caries, limpiar con instrumentos manuales (sin “torno”), y obturar con materiales como el cemento de vidrio. Ahora, me queda la duda de si esto lo andan ya enseñando en las Facultades de Odontología…. En esas mismas donde la lactancia no tiene ni un capítulo de atención, ni una hora de clase en 5 años de licenciatura. En esas donde hay que saber el teléfono del Olimpo para hablar con los Dioses. Pero esa es otra historia….
En resumen: basándonos en los estudios disponibles (en los buenos, en los serios y en los bien diseñados) no hay una evidencia confiable que apoye la superioridad de un tipo de tratamiento para la pulpa de los molares de leche (han comparado Agregado trióxido mineral o MTA por las siglas, formocresol, que es un clásico hacie tiempo retirado del mercado en muchos países, y sulfato ferroso, y no hacer nada). No hay conclusiones sobre cuál es el tratamiento óptimo debido a la escassez de estudios confiables. Se necesitan más estudios y bien hechos.
Más información:
Cochrane Database Syst Rev. 2003;(1):CD003220.
Pulp treatment for extensive decay in primary teeth.
Nadin G, Goel BR, Yeung CA, Glenny AM.
Irene Iglesias
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Los tratamientos de protesis dentales no son dolorosos ni tienen contraindicaciones siempre y cuando se sigan las pautas que dice el especialista. En este enlace se encuentra algo de información al respecto.
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