viernes, 1 de febrero de 2013

La historia de Erika

El siguiente relato y sus fotografías pertenece en exclusiva a su autora y ha sido cedido voluntariamente para ser publicado en este blog (reproducción literal del texto original). 
Por favor, deja un comentario a Erika en agradecimiento por haber compartido su historia con nosotras. 
Queda prohibida toda copia y reproducción.

Estos días que pasaron fueron muy importantes para mí... difundir lo que me pasó forma parte de sanar la herida emocional de la cesárea.

Participé del Corto realizado por Las Casildas sobre Violencia Obstétrica y saber que mi relato, junto con el de otras madres recorre el mundo, es una medicina para el alma. Les envío mi relato completo... Mi primer experiencia estuvo plasmada de malos tratos... hoy estoy en camino a un PVDC respetado, en domicilio. En unos meses me encantaría escribirles la segunda parte...

Erika


“Maternidad Santa Rosa, me robaron mi parto, casi me roban a mi hija.”

Siendo madre soltera, me quedé sin Obra social a mitad de mi embarazo y comencé a atenderme en la Maternidad Pública Santa Rosa, ubicada en Vicente López. Me la habían más que recomendado, fui sumamente confiada.
Ya en las primeras consultas el trato era bastante seco, las obstetras ni me miraban a los ojos, ni me preguntaban cómo me sentía a pesar de que yo comentaba mi situación sentimental, sólo completaban datos en sus planillas. Me hacían mediciones donde me clavaban los dedos en la panza pero no tomaban en cuenta mis caras de dolor. Aclaré que yo era RH -, que el progenitor de mi hija era RH+ (incompatibilidad sanguínea) llevé todos los estudios que ya me había hecho en el primer trimestre pero no les importó, repitieron los análisis  de manera innecesaria, con la frase “por más que nos digas quién es el padre, nosotras no tenemos porqué creerte” (¿me trataron de puta?) Me mandaron a hacer un pap y una colpo con el embarazo avanzado, estudio que por suerte, no realicé.
En los meses siguientes, me atendieron por lo menos 5 obstetras diferentes, con lo que es imposible establecer un poco de confianza y fortalecer la relación médico-paciente. Jamás nadie me preguntó qué quería o necesitaba yo... simplemente eran órdenes.
Entrando en el 7mo mes de embarazo, pasé una mañana entera esperando que me atendieran para un control, encerrada en un pasillo lleno de embarazadas, sin comer nada… al llegar a la medición de presión, marcó un 14-9 y sólo con eso, me dejaron internada con un suero. A las horas de internarme mi presión estaba bien, pero no me dieron el alta, estuve en la misma sala que otras 20 mujeres (sí, 1  sala, 20 mujeres) que estaban por parir, escuchando los gritos de contracciones y basureadas por parte de las enfermeras. Me dejaron ir al otro día con una estricta indicación de reposo y medicamentos, con la amenaza “si vos no te cuidás vas a matar a tu bebé”. A pesar de que yo hacía una vida super sana, asumí las culpas que me impusieron y acaté el reposo… no la medicación. Mi presión era normal, sólo había subido en la larga espera para la consulta.
Ya sentando un precedente con esa internación por supuesta presión alta, no respetaron los tiempos de mi hija para darse vuelta y a las 35 semanas me programaron una cesárea para la semana 38. No hubo información de otras posibilidades. Acepté por miedo, porque no me sentía fuerte como para poder sobrellevar algún inconveniente sola.
Me interné un Domingo por la tarde, con toda la felicidad del mundo porque al siguiente día tendría a mi hija en mis brazos. Estuve en la misma sala que la vez anterior, descansar fue imposible, las enfermeras que iban y venían protestando, las mujeres que solas se revolcaban en sus camas con contracciones hasta que se liberara alguna sala de parto… Tenía turno a las 8 de la mañana, estaba feliz porque mi hija a esa hora pateaba de lo lindo, entonces seguro saldría vivaz y la podría escuchar!
Esa noche no dormí, a las 7 de la mañana una enfermera me trajo una capita de esas celestes, el gorrito y un jaboncito rojo. Me dijo “supongo que viniste rasurada no?” Le dije que nadie me había informado que tenía que hacerlo, con lo cual, luego de varias palabrotas de protesta, me pidió que me sacara todo, agarró la maquinita de afeitar y me rasuró, en seco. Luego me mandó a ducharme con el jaboncito rojo, ¡que ardió de lo lindo!
Yo cantaba en la ducha… estaba fuera de todo lo que estaba pasando… ¡Por fin iba a ver a mi hija!
Así vestida de quirófano, pasé casi tres horas. Mi mamá desde la sala de espera  me mandaba mensajes a mi celular porque no sabía qué estaba pasando… no la dejaban entrar ni siquiera a buscar mis cosas (mi celu, mi ropa). Yo trataba de mantener la calma y escribía para mi hija en un cuaderno, contándole toda la emoción que sentía en ese momento.
Una enfermera que no había visto nunca se me acercó y me pidió mis datos, cuál era el nombre que le quería poner a mi bebé, anotó todo en una planilla y se llevó mi DN (Documento Nacional de Identidad).
A las 11 de la mañana vino la enfermera que me había rasurado e intentó ponerme la intravenosa. Después de 5 intentos me dijo “nena, tenés piel de chancho! que lo haga el anestesista” y me dejó como un colador llena de pinchazos.
A las 11 y algo me llevan a la sala de cirugía en una silla de ruedas (¿para qué? No estoy enferma!), llegué a ver un segundo a mi mamá super emocionada en un pasillo, le di mis cosas y me quedé con la libreta de Salud, donde tenían que anotar hora de nacimiento y marcar el piecito. No pude ni darme un abrazo con mi mamá, el que me llevaba en la silla dio la vuelta y pude escucharla decir: “nos vemos en un rato con Sofía”.
Llegué a la sala de quirófano, me recibió el anestesista, que luego de 2 intentos de aplicarme la peridural y ante mi pregunta “¿qué pasa?” me contestó: “Y mamita, pasa que se complica porque estás gorda”. Vale aclarar que aumenté sólo 11 kg en el embarazo.
Me acostaron, me ataron, me pusieron la intravenosa. Yo miraba para todos lados, nadie te explica qué te están haciendo.
La libreta había quedado en una mesada…  entonces le digo a una enfermera: “¿podés darle la libreta a quien vaya a recibir a mi hija en Neo y devolverme mi DNI?” Se llevó la libreta, no sé quién era, tenía barbijo.
La cirugía fue… como decirlo… me sentí en una morgue más que en una maternidad.
Estuve sola, no dejaron que mi mamá  me acompañe (tampoco dejan a los padres). Jamás supe quién estaba abriéndome, hablaban de fútbol y se reían a carcajadas. Era como que yo no estaba allí. Yo escuchaba ese aparatito que chupa los líquidos y preguntaba “¿ya salió?, ¿ya salió?” Nadie me respondía.
Mi angustia empezaba a crecer, creo que el cuerpo y el alma sienten cuando te abren… en un momento veo en una pantalla que mi presión estaba subiendo, mis pulsaciones también, y llamo al anestesista… el tipo me dice “Quedate tranqui mami, no te pongas nerviosa que te subís la presión” a lo cual le respondo que terminé en esa cesárea por la presión alta, que no son mis nervios. Peor aún fue cuando, al lado mío, el tipo grita “A ver si me traen la historia clínica de esta chica que dice que tiene hipertensión!!!” ¿No tenían mi historia clínica ahí????
Los ruidos que se escuchan son horribles… más allá de que no se siente dolor físico, sentís que te abren, que te mueven las tripas… no es natural… duele en el alma.
Sofía nació a las 12:19, me enteré porque el anestesista gritó su nombre y la hora para que las de Neo la anoten.
Sólo la ví pasar, con sus ojos chinitos, recubierta de esa grasa blanca, era chiquita… No la acercaron, no la pude oler, no la pusieron en mi pecho… no le pude dar un beso.
Entre la emoción y la tristeza, me largué a llorar mientras me cosían. Nadie me contuvo, nadie me habló, nadie me dijo si estaba bien... Ni siquiera me dijeron si estaba viva.
Me pasaron a una camilla, y de repente todo se volvió silencioso, me dejaron en un pasillo y me dijeron “ahora te vienen a buscar”. Yo le dije “quiero ver a mi hija!!”, respuesta “tranqui mami, está todo bien, ahora te vienen a buscar y la ves”.
Pasé casi una hora en un pasillo en esa camilla, anestesiada, muerta de frío, llorando desesperada con una angustia como nunca había sentido… una hora en las que nadie se acercó, donde no me podía mover, sólo veía el reloj colgado en la pared, los minutos que pasaban y yo no sabía nada de mi hija.
No tengo idea qué le hicieron, sólo sé que Sofía tuvo una hernia umbilical debido al esfuerzo del primer llanto... prefiero ni pensar lo que le hicieron. Nadie me preguntó que quería para mi hija ni me la trajeron para darle el pecho.
Esos momentos fueron las peores de mi vida y seguirán doliendo a pesar de que el encuentro con mi hija fue hermoso. Se prendió más que rápido al pecho y abrazada a mí durmió, mucho… horas… me imagino lo estresada que estaba! Las enfermeras me retaron, pero no me importó, eran los tiempos de mi hija, ella necesitaba dormir.
En cuanto mi mamá pudo pasar a verme, entre tanta mezcla de felicidad y tristeza, yo contándole cómo había sido, me preguntó dónde estaba mi DNI… y recién ahí me di cuenta que no me lo habían devuelto así como tampoco la Libreta de Salud con los datos de mi hija. Indignada, mi mamá le pregunta a una enfermera, pero nadie sabía nada. Pregunto a las mamás de las camas de al lado (reitero, 1 sala 20 mamás y sus 20 bebés) y ellas me dicen que les pidieron los datos pero que no les sacaron el DNI. Empecé a asustarme…
Mientras mi mamá reclamaba en la parte administrativa que NADIE me puede retener el DNI (¿lo sabían?) noté algo que me hizo saltar de la cama… Sofía tenía su pulserita… YO NO.
Se me cruzaron mil cosas por la cabeza, trataba de recordar la carita de mi hija en ese segundo que la ví… sí, era ella… ¿qué estaba pasando? Puse a mi hija junto a mí en la cama y no la perdí de vista, aguantaba las ganas de ir al baño, pero a mi hija no la iba a dejar sola ni un segundo. Mi DNI y la libreta de Salud no aparecían, me pusieron una pulserita que escribieron enfrente mío y cambiaron la de Sofía.
Al otro día, pasaron con un carrito como de helados con todas las vacunas a pinchar a los bebés… nadie te pregunta si querés hacerlo. Las curaciones me las hizo una HDP que me arrancó hasta la piel y sin avisar me apretó la herida para drenarla diciéndome "bancatela". Fue el dolor físico más intenso que sentí en mi vida!
Me exigieron caminar el mismo día de la cirugía con la amenaza permanente "si no caminás con dolor y todo no te vas de acá".
Aún sin noticias de mi DNI o de la Libreta, mi mamá tuvo que mover unos contactos en el Ministerio de Salud… y de repente, ¡aparecieron! La libreta de Salud… vacía… como si Sofía no hubiera nacido. No sólo apareció todo mágicamente, sino que me pasaron a un cuarto sólo para mí, como si fuera un instituto privado, las enfermeras y doctoras me visitaban con sus sonrisas falsas y hasta le regalaron un saquito a mi hija que al día de hoy guardo como “el saquito culposo”. ¡Cobardes, tremendas Hijas de Puta! … todas se asustaron… saben que hacen las cosas pésimo. Saben que le roban el momento más feliz de la vida a miles de madres y sus hijos!
Pasé día y medio más allí… mimada por todas esas turras. Yo sólo me quería ir, me daban y me dan asco.
Me fui el Jueves al medio día, por la puerta principal, con otras madres que salían al igual que yo, sin tener que demostrar que la beba que llevaba era mi hija, sin siquiera identificarme yo, dejándome serias dudas sobre el robo de bebés en esa institución.
Hoy tres años y medio después, aún duele saber que por falta de información me robaron mi parto… y sé, en el fondo de mi corazón que me quisieron robar a mi hija.
Conmigo no pudieron! Espero que con otras mamás tampoco… la información es crucial!
EL PARTO RESPETADO ES NUESTRO DERECHO Y EL DE NUESTROS HIJ@S.

Erika y Sofía



Gracias, Erika, por ceder y compartir con nosotras algo tan tuyo. Un abrazo.

 
Nota: Éste no es un blog médico, sino informativo. Contrasta siempre toda la información y consulta a varios especialistas. Si te llevas este artículo, por favor, enlázame.

1 comentario:

  1. Que tristeza, que solo cambian nombres de la historia, y el pais, y que esa situacion se repite cada minuto, el nacimiento el momento mas bello, y ver que estas cosas suceden, es una injusticia e impotencia, somos vulnerables porque en ese momento que se puede hacer, anesteciadas, con epidural, o dolor de parto. cuando sabes o no te explican el procedimiento, en fin el sitema de salud publica, deficiente y si un trato digno. Que impotencia.

    ResponderEliminar

¡Hola! Gracias por leer mi blog, pero lamento comunicarte que no lo sigo actualizando.
Durante casi diez años dediqué parte de mi vida a este tema de muy diferentes formas, y con la llegada de mi tercer hijo, llegó el momento de pasar página. No obstante, si lo deseas puedes dejar un comentario. Siempre que no sea ofensivo ni spam se publicará una vez supervisado, y si puedo contestarlo, lo contestaré.
Recuerda que éste es un blog informativo, no un blog médico. Si realizas una consulta, has de tener en cuenta que recibirás opiniones, no diagnósticos.
¡Que tengas un buen día!