Por favor, deja un comentario a Erika en agradecimiento por haber compartido su historia con nosotras.
Queda prohibida toda copia y reproducción.
Estos días que pasaron fueron muy importantes para mí... difundir lo que me pasó forma parte de sanar la herida emocional de la cesárea.
Participé del Corto realizado por Las Casildas sobre Violencia Obstétrica y saber que mi relato, junto con el de otras madres recorre el mundo, es una medicina para el alma. Les envío mi relato completo... Mi primer experiencia estuvo plasmada de malos tratos... hoy estoy en camino a un PVDC respetado, en domicilio. En unos meses me encantaría escribirles la segunda parte...Erika
“Maternidad Santa Rosa, me robaron mi parto, casi me roban a mi hija.”
Siendo madre soltera, me quedé sin
Obra social a mitad de mi embarazo y comencé a atenderme en la Maternidad
Pública Santa Rosa, ubicada en Vicente López. Me la habían más que recomendado,
fui sumamente confiada.
Ya en las primeras consultas el
trato era bastante seco, las obstetras ni me miraban a los ojos, ni me
preguntaban cómo me sentía a pesar de que yo comentaba mi situación sentimental,
sólo completaban datos en sus planillas. Me hacían mediciones donde me clavaban
los dedos en la panza pero no tomaban en cuenta mis caras de dolor. Aclaré que
yo era RH -, que el progenitor de mi hija era RH+ (incompatibilidad sanguínea) llevé
todos los estudios que ya me había hecho en el primer trimestre pero no les
importó, repitieron los análisis de
manera innecesaria, con la frase “por más que nos digas quién es el padre,
nosotras no tenemos porqué creerte” (¿me trataron de puta?) Me mandaron a hacer
un pap y una colpo con el embarazo avanzado, estudio que por suerte, no
realicé.
En los meses siguientes, me
atendieron por lo menos 5 obstetras diferentes, con lo que es imposible
establecer un poco de confianza y fortalecer la relación médico-paciente. Jamás
nadie me preguntó qué quería o necesitaba yo... simplemente eran órdenes.
Entrando en el 7mo mes de embarazo,
pasé una mañana entera esperando que me atendieran para un control, encerrada
en un pasillo lleno de embarazadas, sin comer nada… al llegar a la medición de
presión, marcó un 14-9 y sólo con eso, me dejaron internada con un suero. A las
horas de internarme mi presión estaba bien, pero no me dieron el alta, estuve
en la misma sala que otras 20 mujeres (sí, 1 sala, 20 mujeres) que estaban por parir,
escuchando los gritos de contracciones y basureadas por parte de las
enfermeras. Me dejaron ir al otro día con una estricta indicación de reposo y
medicamentos, con la amenaza “si vos no te cuidás vas a matar a tu bebé”. A
pesar de que yo hacía una vida super sana, asumí las culpas que me impusieron y
acaté el reposo… no la medicación. Mi presión era normal, sólo había subido en
la larga espera para la consulta.
Ya sentando un precedente con esa
internación por supuesta presión alta, no respetaron los tiempos de mi hija
para darse vuelta y a las 35 semanas me programaron una cesárea para la semana
38. No hubo información de otras
posibilidades. Acepté por miedo, porque no me sentía fuerte como para poder sobrellevar
algún inconveniente sola.
Me interné un Domingo por la
tarde, con toda la felicidad del mundo porque al siguiente día tendría a mi
hija en mis brazos. Estuve en la misma sala que la vez anterior, descansar fue
imposible, las enfermeras que iban y venían protestando, las mujeres que solas
se revolcaban en sus camas con contracciones hasta que se liberara alguna sala
de parto… Tenía turno a las 8 de la mañana, estaba feliz porque mi hija a esa
hora pateaba de lo lindo, entonces seguro saldría vivaz y la podría escuchar!
Esa noche no dormí, a las 7 de
la mañana una enfermera me trajo una capita de esas celestes, el gorrito y un
jaboncito rojo. Me dijo “supongo que viniste rasurada no?” Le dije que nadie me
había informado que tenía que hacerlo, con lo cual, luego de varias palabrotas
de protesta, me pidió que me sacara todo, agarró la maquinita de afeitar y me rasuró,
en seco. Luego me mandó a ducharme con el jaboncito rojo, ¡que ardió de lo
lindo!
Yo cantaba en la ducha… estaba
fuera de todo lo que estaba pasando… ¡Por fin iba a ver a mi hija!
Así vestida de quirófano, pasé
casi tres horas. Mi mamá desde la sala de espera me mandaba mensajes a mi celular porque no sabía qué
estaba pasando… no la dejaban entrar ni siquiera a buscar mis cosas (mi celu,
mi ropa). Yo trataba de mantener la calma y escribía para mi hija en un
cuaderno, contándole toda la emoción que sentía en ese momento.
Una enfermera que no había visto
nunca se me acercó y me pidió mis datos, cuál era el nombre que le quería poner
a mi bebé, anotó todo en una planilla y se llevó mi DN (Documento Nacional de Identidad).
A las 11 de la mañana vino la
enfermera que me había rasurado e intentó ponerme la intravenosa. Después de 5
intentos me dijo “nena, tenés piel de chancho! que lo haga el anestesista” y me
dejó como un colador llena de pinchazos.
A las 11 y algo me llevan a la sala
de cirugía en una silla de ruedas (¿para qué? No estoy enferma!), llegué a ver
un segundo a mi mamá super emocionada en un pasillo, le di mis cosas y me quedé
con la libreta de Salud, donde tenían que anotar hora de nacimiento y marcar el
piecito. No pude ni darme un abrazo con mi mamá, el que me llevaba en la silla
dio la vuelta y pude escucharla decir: “nos vemos en un rato con Sofía”.
Llegué a la sala de quirófano, me
recibió el anestesista, que luego de 2 intentos de aplicarme la peridural y
ante mi pregunta “¿qué pasa?” me contestó: “Y mamita, pasa que se complica
porque estás gorda”. Vale aclarar que aumenté sólo 11 kg en el embarazo.
Me acostaron, me ataron, me pusieron
la intravenosa. Yo miraba para todos lados, nadie te explica qué te están
haciendo.
La libreta había quedado en una
mesada… entonces le digo a una
enfermera: “¿podés darle la libreta a quien vaya a recibir a mi hija en Neo y
devolverme mi DNI?” Se llevó la libreta, no sé quién era, tenía barbijo.
La cirugía fue… como decirlo… me
sentí en una morgue más que en una maternidad.
Estuve sola, no dejaron
que mi
mamá me acompañe (tampoco dejan a los
padres). Jamás supe quién estaba abriéndome, hablaban de fútbol y se
reían a carcajadas. Era como que yo no estaba allí. Yo escuchaba ese
aparatito que chupa los
líquidos y preguntaba “¿ya salió?, ¿ya salió?” Nadie me respondía.
Mi angustia empezaba a crecer,
creo que el cuerpo y el alma sienten cuando te abren… en un momento veo en una
pantalla que mi presión estaba subiendo, mis pulsaciones también, y llamo al
anestesista… el tipo me dice “Quedate tranqui mami, no te pongas nerviosa que
te subís la presión” a lo cual le respondo que terminé en esa cesárea por la
presión alta, que no son mis nervios. Peor aún fue cuando, al lado mío, el tipo
grita “A ver si me traen la historia clínica de esta chica que dice que tiene
hipertensión!!!” ¿No tenían mi historia clínica ahí????
Los ruidos que se escuchan son
horribles… más allá de que no se siente dolor físico, sentís que te abren, que
te mueven las tripas… no es natural… duele en el alma.
Sofía nació a las 12:19, me
enteré porque el anestesista gritó su nombre y la hora para que las de Neo la
anoten.
Sólo la ví pasar, con sus ojos
chinitos, recubierta de esa grasa blanca, era chiquita… No la acercaron, no la
pude oler, no la pusieron en mi pecho… no le pude dar un beso.
Entre la emoción y la tristeza,
me largué a llorar mientras me cosían. Nadie me contuvo, nadie me habló, nadie
me dijo si estaba bien... Ni siquiera me dijeron si estaba viva.
Me pasaron a una camilla, y de
repente todo se volvió silencioso, me dejaron en un pasillo y me dijeron “ahora
te vienen a buscar”. Yo le dije “quiero ver a mi hija!!”, respuesta “tranqui
mami, está todo bien, ahora te vienen a buscar y la ves”.
Pasé casi una hora en un pasillo
en esa camilla, anestesiada, muerta de frío, llorando desesperada con una
angustia como nunca había sentido… una hora en las que nadie se acercó, donde
no me podía mover, sólo veía el reloj colgado en la pared, los minutos que
pasaban y yo no sabía nada de mi hija.
No tengo idea qué le hicieron,
sólo sé que Sofía tuvo una hernia umbilical debido al esfuerzo del primer
llanto... prefiero ni pensar lo que le hicieron. Nadie me preguntó que quería
para mi hija ni me la trajeron para darle el pecho.
Esos momentos fueron las peores
de mi vida y seguirán doliendo a pesar de que el encuentro con mi hija fue
hermoso. Se prendió más que rápido al pecho y abrazada a mí durmió, mucho…
horas… me imagino lo estresada que estaba! Las enfermeras me retaron, pero no
me importó, eran los tiempos de mi hija, ella necesitaba dormir.
En cuanto mi mamá pudo pasar a
verme, entre tanta mezcla de felicidad y tristeza, yo contándole cómo había
sido, me preguntó dónde estaba mi DNI… y recién ahí me di cuenta que no me lo
habían devuelto así como tampoco la Libreta de Salud con los datos de mi hija.
Indignada, mi mamá le pregunta a una enfermera, pero nadie sabía nada. Pregunto
a las mamás de las camas de al lado (reitero, 1 sala 20 mamás y sus 20 bebés) y
ellas me dicen que les pidieron los datos pero que no les sacaron el DNI.
Empecé a asustarme…
Mientras mi mamá reclamaba en la
parte administrativa que NADIE me puede retener el DNI (¿lo sabían?) noté algo
que me hizo saltar de la cama… Sofía tenía su pulserita… YO NO.
Se me cruzaron mil cosas por la
cabeza, trataba de recordar la carita de mi hija en ese segundo que la ví… sí,
era ella… ¿qué estaba pasando? Puse a mi hija junto a mí en la cama y no la
perdí de vista, aguantaba las ganas de ir al baño, pero a mi hija no la iba a
dejar sola ni un segundo. Mi DNI y la libreta de Salud no aparecían, me
pusieron una pulserita que escribieron enfrente mío y cambiaron la de Sofía.
Al otro día, pasaron con un
carrito como de helados con todas las vacunas a pinchar a los bebés… nadie te
pregunta si querés hacerlo. Las curaciones me las hizo una HDP que me arrancó
hasta la piel y sin avisar me apretó la herida para drenarla diciéndome
"bancatela". Fue el dolor físico más intenso que sentí en mi vida!
Me exigieron caminar el mismo
día de la cirugía con la amenaza permanente "si no caminás con dolor y
todo no te vas de acá".
Aún sin noticias de mi DNI o de
la Libreta, mi mamá tuvo que mover unos contactos en el Ministerio de Salud… y
de repente, ¡aparecieron! La libreta de Salud… vacía… como si Sofía no hubiera
nacido. No sólo apareció todo mágicamente, sino que me pasaron a un cuarto sólo
para mí, como si fuera un instituto privado, las enfermeras y doctoras me
visitaban con sus sonrisas falsas y hasta le regalaron un saquito a mi hija que
al día de hoy guardo como “el saquito culposo”. ¡Cobardes, tremendas Hijas de
Puta! … todas se asustaron… saben que hacen las cosas pésimo. Saben que le
roban el momento más feliz de la vida a miles de madres y sus hijos!
Pasé día y medio más allí…
mimada por todas esas turras. Yo sólo me quería ir, me daban y me dan asco.
Me fui el Jueves al medio día,
por la puerta principal, con otras madres que salían al igual que yo, sin tener
que demostrar que la beba que llevaba era mi hija, sin siquiera identificarme
yo, dejándome serias dudas sobre el robo de bebés en esa institución.
Hoy tres años y medio después, aún duele
saber que por falta de información me robaron mi parto… y sé, en el fondo de mi
corazón que me quisieron robar a mi hija.
Conmigo no pudieron! Espero que
con otras mamás tampoco… la información es crucial!
EL PARTO RESPETADO ES NUESTRO DERECHO Y EL DE NUESTROS HIJ@S.
Erika y Sofía
EL PARTO RESPETADO ES NUESTRO DERECHO Y EL DE NUESTROS HIJ@S.
Erika y Sofía
Gracias, Erika, por ceder y compartir con nosotras algo tan tuyo. Un abrazo.
Nota: Éste no es un blog médico, sino informativo. Contrasta siempre toda la información y consulta a varios especialistas. Si te llevas este artículo, por favor, enlázame.
Que tristeza, que solo cambian nombres de la historia, y el pais, y que esa situacion se repite cada minuto, el nacimiento el momento mas bello, y ver que estas cosas suceden, es una injusticia e impotencia, somos vulnerables porque en ese momento que se puede hacer, anesteciadas, con epidural, o dolor de parto. cuando sabes o no te explican el procedimiento, en fin el sitema de salud publica, deficiente y si un trato digno. Que impotencia.
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