viernes, 30 de noviembre de 2012

Dos quilos ochocientos



Yo nací con dos quilos ochocientos.
Un quilo, dos quilos, dos ki-los-o-cho-cien-tos.
A tu pesar, a mi pesar, pesé dos quilos ochocientos.
No te acuerdas del día en que nací y sin embargo te amo.
Cuando mi hijo nació, el médico lo salvó con su bisturí.
Con una cesárea que no era necesaria. Y tú no querías nacer así.
Nadie quería que yo naciera, pero he abierto un paréntesis para estar aquí, de pie, delante de tí.
Porque, si yo no hubiera nacido,
tú tampoco lo habrías hecho.
Me cortó los abdominales con mi targeta visa, sin aviso de los dolores posteriores.
Garantizando un puerto seguro para salir a la mar.
Y tú no querías nacer así.
A tu pesar, a mi pesar, pesé dos quilos ochocientos.
Y nadie pudo acabar con el motivo de mi nacimiento.
Un parto seguro sin lugar donde amar.
Cortando el ancla sin preguntar, como si no nos pudiéramos abrazar. Separados, sin más, en la dichosa tortura natal.
Y tú no querías nacer así.
Y te diste cuenta de que yo era un trozo de carne con ojos y que mis ojos te necesitaban.
No te acuerdas del día en que nací y sin embargo te amo.
Y yo estoy aquí, de pie, delante de tí.
Soy el espejo del deseo no deseado.
Y tú querías nacer despacito.
Él tenía prisa, ¡qué le vamos a hacer!
Tú tenías sueños, ¡qué le vamos a hacer!
Yo tenía miedo, ¡qué le vamos a hacer!
Y tú no querías nacer así.
Mi hijo podía sufrir, yo podía morir.
Y él no podía quedarse allí un poquito más y esperarte.
Esperarte por el camino anunciado, por el sendero del ser humano.
Y tú no querías nacer así.
Arrancado de tu sueño.
Arrancado de mí.
Arrojado, pinchado y golpeado.
Te arrojaron al aire como lanzando a una piscina al que no sabe nadar.
Y tú no querías llegar así.

Si tú no hubieras nacido, Ed. Kókinos.

 
Nota: Éste es un blog informativo, no un blog médico, por lo que las respuestas recibidas han de ser consideradas opiniones.

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