EL ALUMBRAMIENTO
El alumbramiento no es sinónimo de parto, sino la etapa
 de éste en que, una vez nacido el feto, se exoulsa la placenta y las 
membranas que forman el saco amniótico.
El alumbramiento se produce por medio de contracciones 
uterinas y suele tardar de 15 a 20 minutos,desde la expulsión fetal 
porque el utéro tiene que recuperarse, de la fatiga del parto y 
adaptarse a su nueva dimensión.
Antiguamente se pensaba que la permanencia de la 
placenta dentro del útero era peligrosa porque tenía vida y movimiento 
propio y podía trasladarse por el organismo, llegar a órganos vitales y 
provocar la muerte. Si pasados unos minutos no salía, había que sacarla,
 aunque no se recomendaba hacerlo tirando del cordón umbilical porque ya
 se sabía que ello podía provocar una inversión uterina, sino que metían
 la mano dentro del útero y arrancaban la placenta de su inserción, 
rascando poco a poco. Hasta que el célebre cirujano inglés José Lister 
(1827/1912) publicó su libro: "Cirugía antiséptica y Teoría de los 
Gérmenes", supongo que la infección puerperal sería la natural 
consecuencia de las maniobras para lograr el desprendimiento manual de 
la placenta, porque los guantes de goma no se inventaron hasta 1898.
Ahora nos horrorizamos de las técnicas obstétricas de 
antaño, pero, a veces me pregunto qué pensarán las gentes de los siglos 
venideros de las modernas técnicas actuales.
Yo he asistido la mayoría de los partos a domicilio, 
entre clientela modesta y sola, aunque tenía la opción de consultar al 
tocólogo o acompañar a la parturiente a un lugar donde pudieran 
resolver, con las debidas garantías, cualquier problema obstétrico. 
Además de numerosas Maternidades, esto es, clínicas especialmente 
dedicadas a la obstetricia, donde, para más seguridad en la asepsia no 
se admitían mujeres verdaderamente enfermas, aunque se llamaba 
"enfermas" a los parturientes y a las puérperas, yo tuve en honor de 
inaugurar, en la calle Montesa de Madrid, al principio de los años 50, 
el "Equipo Tocoginécologico Municipal de Urgencia, número 1", al que 
siguieron, al poco tiempo, otros dos "Equipos", números 2 y 3, en 
distintos barrios de Madrid, donde un plantel de especialistas, 
reclutados mediante oposición, solucionaban de manera rápida y eficaz, 
cualquier caso obstétrico difícil, para lo cual se contaba con medios y 
experiencia suficientes.
Entonces era fácil asistir partos en casa porque nos 
sentíamos respaldadas por los conocimientos que habíamos asquirido en 
una "Escuela Especial, por nuestro título y nuestro Colegio Profesional 
independiente, por el consenso de una población la de comadrona era una 
profesión libre, reconocida como benemérita y necesaria y, en último 
término, Centros donde especialistas muy cualificados, nos ayudaban a 
resolver dificultades, actuando, mayoritariamente, como maestros y no 
como críticos.
No hay más remedio que reconocer que la Sanidad Oficial Española,
que suprimió, ilegalmente, de un plumazo, una profesión
 legalmente establecida y el derecho de la mujer a parir naturalmente, 
lleva camino de conseguir sus propósito de convertir el parto en un acto
 médico y, cada vez con más frecuencia, quirúrgico porque parir en casa 
hoy es rarísimo y muy arriesgado porque ni la mujer ni la matrona están 
preparadas para ello.
La embarazada está archiconvencida de que el parto es 
una grave enfermedad, de que tanto ella como su bebé corren un gran 
peligro, del que sólo pueden salvarse en un gran hospital, entregandose 
en manos de un numeroso Equipo que dispone de drogas, máquinas, 
instrumentos e intervenciones para sacarlas del atolladero. Una 
propaganda machacona, desaforada e inexacta se lo ha hecho creer así. El
 embarazo, lejos de ser, como en el pasado, "un don de Dios", se ha 
convertido en la tremenda amenaza de un peligro que fatídicamente 
llegará. No es extraño que la pobre embarazada llegue aterrorizada al 
parto, sumisa y obediente a mandatos que, no sólo van a salvar su vida, 
sino también la de su hijo y vaya al hospital con la idea de que es esa 
la "única solución posible", de que la Seguridad Social no financia el 
parto en casa porque no es recomendable parir naturalmente.
Las escasas embarazadas que, amparadas en el ejemplo de
 sus madres y abuelas, así como en los casos de gentes sin hogar o 
emigrantes que dan a luz solas, sin asistencia alguna porque ya no hay 
Maternidades ni "Equipos" donde las mujeres sin recursos puedan dar a 
luz, lleguen a pensar que el parto no debe ser tan peligroso como dicen,
 que "no es tan fiero el león como lo pintan", osen quedarse a parir en 
casa, contando con ella y con una familia y unos medios que le permitan 
sufragar los gastos de "un parto de lujo", según criterio oficial, no 
serán consideradas como gente normal, sino, según las opiniones, como 
heroínas y émulas de aquellos primeros cristianos que se dejaban devorar
 por las fieras en los circos romanos o como fanáticos paganos que 
sacrificaban a sí mismos y a sus hijos, a crueles ídolos en que que 
creían a pie juntillas.
Yo que siempre he considerado el parto como un 
acontecimiento fausto, que siempre he acudido a asistirlo con alegría, 
fuera cual fuere la forma en que hubiera de verificarse y las 
consecuencias que el nacimiento fuera a tener, a veces siento una gran 
preocupación por mis modernas colegas, por quienes han sentido, como yo,
 el gusanillo de ayudar al prójimo y de ponerse de parte de la verdad, 
por encima de todo.
La verdad es que el parto es la consecuencia, la última
 fase del proceso de reproducción vivípara, mucho más complicado y con 
más motivos de dolor y de peligro en las etapas anteriores, en las que 
no duele y la embarazada no tiene más dolor que la preocupación de que 
ha de llegar, inexorablemente, el temido parto y lógica, razonablemente,
 no se le debía tener miedo, pero la matrona que se arriesga a asistir 
partos a domicilio, es como si se colocara fuera de la Ley, como si el 
parto en casa fuera un contrabando.
Acaso sobre ella penda, también, la tremenda "espada de
 Dámocles" que lo hace sobre la cabeza de cada embarazada, aquel "lo que
 pueda pasar", el pánico cerval a algo que no se sabe lo qué es, pero 
algo terrible que puede pasar en casa y que nunca ocurrirá en el 
hospital.
Creo que yo no sería capaz de asistir correctamente al 
parto en un ambiente como en el que posiblemente lo hacen mis 
indefensas, mis desvalidas colegas a quienes siempre he querido, 
admirado y defendido.
Comprendo que hayan tan pocas matronas que asistan 
partos en casa, que tengan miedo de hacerlo porque si sucediera "lo que 
puede pasar" que, a juzgar por el miedo que inspira, debe ser una 
hecatombe. La pobre matrona que asistió el parto no tendría defensa 
posible, porque la embarazada que no quiera parir en el hospital, bien 
porque no lo juzgue sitio aparente para ello o porque esté convencida de
 que el parto es un acontecimiento íntimo y natural que debe realizarse 
en un marco adecuado, tiene la solución de parir en una clínica privada 
en la que "lo que pueda pasar" sea casi imposible y en la que, si por 
verdadera casualidad, algo indeseado pasa, la responsabilidad no será de
 la matrona porque ella cumplió con su deber al prestar sus servicios en
 un establecimiento y no como profesional libre.
Ha sido pensando, en que matronas como yo, puedan verse
 en dificultades y en apuros por lo que me he decidido a explicar qué es
 lo que hacía yo, cómo asistía los partos, cómo evitaba las 
complicaciones y solventaba las dificultades.
No se me oculta que la situación ha cambiado, que a 
veces, parece como si viviéramos en otro mundo en el que muchos "tabús" y
 también muchos valores han desaparecido y no se sabe aún si una cosa 
compensa a la otra. El parto, la madre, los hijos, la familia, la casa, 
etc. etc., ya no tienen las mismas connotaciones que antes, ni las 
personas tenemos las mismas categorías, los mismos conceptos rígidos, en
 los que se apoyaban las diferencias.
Hace muchos años, Carlos Gardel popularizó un tango que
 decía "Siglo XX, cambalache problemático y febril...." Lo conservo 
todavía en mi memoria y me parece que fue profético, sobre todo en la 
segunda mitad del Siglo XX, en la que parecía que todo lo aprendido, 
todo lo probado y experimentado, no valía para nada en un mundo nuevo en
 el que el dinero y una "ciencia" moderna, en manos de unos pocos ambas 
cosas, sean los señores feudales de hogaño y el resto de los mortales 
seamos sus siervos, sometidos, sin remedio, a sus leyes y mandatos.
No obstante, por si a alguna colega pudiera servirle de
 algo, voy a explicar cómo se produce, fisiológicamente, el 
alumbramiento y de qué manera me las ingeniaba yo para acelerarlo y 
evitar sus posibles retardos, molestias y peligros.
Yo sabía que la placenta estaba fuertemente adherida a 
la pared uterina por innumerables venas y arterias, que se comunicaban 
con el feto por medio del cordón umbilical para hacerle llegar el 
oxígeno y los nutrientes necesarios para su desarrollo y su crecimiento y
 retirar de la sangre fetal los productos de desecho para que, recogidos
 en la placenta, el sistema venoso de la madre se encargase de 
eliminarlos. Que la placenta se había formado espontáneamente, a costa 
de las vellosidades coriales que habían logrado inserirse en la mucosa 
uterina, especialmente preparada para ello durante la fase foliculínica 
del ciclo mensual de la mujer en edad fértil, sabía que su formación y 
desarrollo se verificaba a protegida por la progesterona que el propio 
organismo de la embarazada se encargaba de producir y, por último sabía 
que la placenta había sustituído al alantoides, cuando el embrión se 
había convertido en feto, para mayor garantía del desarrollo y 
crecimiento de éste. También sabía que, una vez nacido el feto, el papel
 de la placenta era ya inútil y el organismo de la madre se desprendería
 por sí mismo de ella. Desde luego, las matronas antiguas sabíamos 
muchas cosas que modernamente se consideran inútiles, para que las 
conozcamos, ni nosotras ni la embarazada.
El "vicio" de pensar que me inculcó mi madre a muy 
temprana edad, me incitó a enterarme de que modo y manera que desprendía
 el itero de la ya inútil placenta, una vez nacido el bebé.
En los 
libros de obstetricia aprendí que el útero se libraba de la placenta por
 uno de estos dos mecanismos:
- a)Tipo Schultze. en el que la placenta empieza a desprenderse por la
 parte central, permaneciendo adherida al útero por los bordes. La 
sangre procedente de los vasos rotos forma en el interior del útero, en 
el centro de la placenta el llamado coágulo retroplacentario, cuyo peso 
hace que la placenta complete su desprendimiento, desde el centro hacia 
los bordes, poco a poco, sin violencia ni intervención ajena. La presión
 o masaje abdominal sobre la recién parida, no sólo es inútil para el 
alumbramiento, sino perjudicial, pues puede deshacer el coágulo o 
fraccionarlo, restando o impidiendo su acción de "peso" que es lo que 
contribuye, eficazmente, a finalizar el desprendimiento total. Este tipo
 de alumbramiendo es el más frecuente y no produce hemorragia porque al 
seguir la placenta pegada por sus bordes, la sangre que brota de los 
vasos rotos, no sale, sino que contribuye a engrosar el coágulo ya 
formado, así como su peso, influido por la fuerza de gravedad, obliga a 
la placenta a caer en la vagina y a salir, espontáneamente, por su cara 
fetal y arrastrando en su caída a las membranas, a las que está pegada.
 
 
- b) Tipo Duncan. La placenta empieza a desprenderse por un borde. No 
se forma el coágulo retroplacentario, sino que la sangre que brota de 
los vasos rotos, en el punto donde empezó el desprendimiento, resbala 
por la vagina y sale, más o menos abundante, al exterior. Al no formar 
el coágulo, falta la eficaz acción de su peso contribuyendo al 
desprendimiento y caída de la placenta y las membranas, hace que este 
tipo de alumbramiento sea más lento y vaya siempre acompañado de 
hemorragia, lo que, a veces, obliga al obstetra a intervenir, casi 
siempre con la maniobra conocida como de Credé, para acelerar y 
completar el desprendimiento.Tanto en un tipo de alumbramiento como en 
el otro, el desprendimiento y expulsión de la placenta y las membranas 
se efectúa por medio de contracciones y es digno de tenerse en cuenta 
que, cuanto más suave y natural haya sido la dilatación, menor cansancio
 y más energía conservará el útero para realizar la actividad cuntráctil
 que aún debe llevar a cabo, después de nacimiento, tanto en el 
alumbramiento, como en la formación del globo de Pinard y la evolución 
puerperal del útero.Sería deseable que la ecografía pudiera darnos datos
 útiles y precisos sobre la zona de inserción de la placenta. Se presume
 que si la placenta está insertada en el fondo del útero, su 
desprendimiento será del tipo Schultze y el alumbramiento sencillo, 
sobre todo si la mujer no permanece durante el mismo, en decúbito supino
 y no habrá hemorragia previa. Sería muy útil saber de antemano cómo se 
presentará el alumbramiento para poder obrar en consecuencia. 
 
Una vez expulsada la placenta, es conveniente examinarla para comprobar la integridad, tanto de ella, como de las membranas.
Si el alumbramiento ha sido del tipo Schultze, es casi seguro que la 
placenta esté integra y, a veces, ni siquiera es necesario lavarla para 
cerciorarse de ello. Basta ver que los cotiledones conservan su forma 
intacta y que la superficie que estaba adherida al útero, presenta un 
brillo como un barniz azulado. Hay que fijarse muy bien en cada detalle 
para evitar durante el puerperio, sorpresas desagradables. Una pizca 
insignificante de tejido placentario, puede proliferar y no sólo 
retrasar y dificultar la involución uterina postpartum, sino provocar 
graves metrorragias. Esto es algo de lo mucho que aprendí de mi paso por
 el Equipo Ginecológico Municipal de Urgencia, de Madrid.
No me acuerdo dónde ni cuando leí que la succión de la mama producía 
contracciones uterinas y como no veía en ello ningún peligro, a la 
primera ocasión me decidí a probarlo. Apenas el recién nacido iniciaba, 
de modo espontáneo su respiración, yo se lo entregaba a la madre, sin 
siquiera cortar el cordón, operación que no es tan urgente como el vulgo
 cree, sino que es preferible esperar a que la respiración se instaure y
 la circulación umbilical cese, ayudándola a que se lo pusiera al pecho.
 En cuanto el recién nacido empezaba a mamar, la madre tenía 
contracciones uterinas y la placenta se desprendía y salía, sin ningún 
problema. Verefique este recurso innumerables veces y nunca me falló ni 
tuve utilizándolo ningún problema y os aconsejo que lo probeis porque no
 tiene contraindicación. Al recién nacido le beneficia, por varios 
motivos, que sea el calostro materno lo primero que ingiera al nacer y, 
tanto a él como a su madre, ese primer encuentro les será más 
beneficioso cuanto más precoz sea.
Una ver realizado el alumbramiento, se suele producir rápida y 
espontáneamente, una fuerte y persistente contracción uterina que da 
lugar a la formación del llamado Globo de seguridad de Pinard. A través 
de las cubiertas abdominales, se puede apreciar el útero, convertido en 
una pelota dura, reducido de tamaño y con tendencia a desplazarse.
En la asistencia domiciliaria al parto es muy importante, no sólo que
 la puérpera y su familia se queden contentos y satisfechos del servicio
 que les hemos prestado, sino que no tengan que volver a llamarnos 
urgentemente y para evitarlo, en vez del clásico Methergin, que no 
quería usar porque su acción es dolorosa y, a veces, no completamente 
segura, yo prefería colocar un peso sobre el globo de Pinar para que 
éste no se desplazase, recomendando a la puérpera que lo conservase en 
su sitio para evitar que el globo se desplazase y, sobre todo que 
subiera por encima del ombligo en las próximas seis u ocho horas, con lo
 cual yo me iba a casa tranquila y segura de que la retracción uterina 
sería la normal, sin tener que hacer pasar a la mujer por el 
desagradable tributo de los "entuertos".
CUIDADOS DEL PUERPERIO
Una de las muchas ventajas del parto en casa 
consiste en que la misma persona que ha asistido al parto, puede cuidar y
 vigilar los primeros días del puerperio, lo cual asegurará una 
recuperacón óptima de la recién parida y la solución de una serie de 
pequeños problemas que desconocidos o no remediados, pueden agrandarse.
El parto es una función normal y no tiene porqué dejar secuencias, 
pero siempre habrá sido un trabajo físico extraordinario del organismo y
 un trance muy importante en la vida de la mujer que forzosamente habrá 
impresionado su psique.
Una vez acabado el parto, la idea predominante era que la mujer 
estaba cansada y debía dormir. Para ello se sacaba al bebé de la 
habitación para que no molestara y la mamá pudiera descansar, pero 
también existía la regla opuesta, que la puérpera no debía, dormirse, ya
 que durante el sueño podría tener una hemorragia y no enterarse.
Mi opinión, fruto de una larga experiencia, es que la hemorragia 
postpartum es perfectamente previsible y consecuencia del mismo y, por 
lo tanto, se puede decir que ni tanto ni tan calvo. Según como haya 
transcurrido el parto, se puede dejar a la puérpera que eche un 
sueñecito y someterle a una más o menos rígida vigilancia. En esto como 
en todo lo demás, es ella quién decide. Es muy raro que después de un 
parto transcurrido con normalidad, la mujer concilie el sueño, sobre 
todo si se trata del primer hijo, porque la emoción, la alegría de ser 
madre son tan grandes que se lo impedirán. Lo normal, lo corriente es 
que el bebé se haya quedado dormido, mamando y que la madre contemple, 
extasiada, como duerme su niño plácidamente. Es una equivocación separar
 al niño de su madre, apenas nacido. En los primeros días de su vida, el
 bebé debe estar lo más cerca posible de su madre, porque acaba de 
separarse de ella y ambos se necesitan el uno al otro.
Durante el puerperio, la mujer debe ir recuperando, poco a poco, su 
vida normal. Debe levantarse de la cama al día siguiente y atender, por 
sí misma a su higiene personal. Creo preferible la ducha al baño, porque
 la vulva y vagina habrán quedado flojas y entreabiertas y el agua del 
baño podría introducir gérmenes. La vagina tiene sus propias defensas, 
principalmente a cargo de los bacilos de Doderlein, pero es preferible 
no exponerse a ningún riesgo.
En mi época de actividad, las matronas teníamos la obligación de 
visitar a la puérpera hasta que el bebé "daba el ombligo" y en estas 
visitas yo aprendí mucho, suprimí algunas tareas e introduje otras 
nuevas. Por ejemplo, creí innecesario que fuera la matrona quién lavara 
los genitales a la mujer y quién hiciera la cama. En cambio, la enseñaba
 a lavarse sola, con agua a la temperatura del cuerpo, sin necesidad de 
hervirla, añadiéndola una cucharadita de sal. El lavado se debía hacer 
poniendo el agua en una jarra grande de cristal, sentándose del retrete y
 dejando caer el agua, de arriba a abajo, de forma que escurriera de la 
vulva al ano, siempre agua limpia y secarse igualmente de la vulva al 
ano, con una toallita bien limpia. Les recomendaba lavarse así cada vez 
que se cambiasen la compresa higiénica, cosa que debían hacer a menudo. 
Les explicaba el porqué de los loquios y de su cambio de aspecto y 
cantidad, conforme avanzaba el puerperio.
Vigilaba atentamente la altura, tamaño y consistencia del útero, para
 deducir como se estaba verificando la involución uterina, con intención
 de comunicar al tocólogo cualquier anormalidad que observase. Examinaba
 los loquios, los senos y los pezones, para asegurarme de su normalidad.
 Enseñaba a la mamá novata a dar el pecho, a curar el ombligo, a bañar y
 a vestir al niño, luchando denodadamente por desterrar supersticiones e
 ideas equivocadas sobre el bebé y su crianza.
Era un engorro tener que ir cada día a visitar a las puérperperas, 
por aquellos andurriales que eran los barrios de mi zona, pero creo que 
valía la pena y que era una tarea útil convencer a la mujer de que, 
después del parto, ella no era una convaleciente ni una inválida, sino 
una mujer sana y capaz de asumir las obligaciones que su nuevo estado de
 madre le acarreaba conseguir que lo hiciera con alegría, pericia e 
inteligencia, sabiendo cómo se hacían las cosas y por qué, valiéndose de
 sí misma.
COMO Y CUANDO CORTAR EL CORDÓN
Durante su vida intrauterina, el feto no respira, su sangre es 
arteriovenosa y el oxígeno y los nutrientes que su organismo necesita 
los obtiene de la sangre de la madre, a través del cordón umbilical. 
Para asistir el parto en casa, la comadrona debe saber cómo y cuándo 
cortar y ligar ese cordón para obtener los mejores resultados.
Yo estudié la carrera de matrona para investigar por qué dolía el 
parto, un dolor que me parecía completamente injusto y desproporcionado,
 para el que no se daba ( y sigue sin darse) explicación alguna. 
Satisfecha, en 1955, mi curiosidad sobre este punto, surgieron otras 
muchas preguntas, todas relacionadas con el embarazo y el parto, entre 
ellas el papel del cordón umbilical, porqué deja de latir, cuando y como
 se debe cortar y ligar.
El cordón umbilical es el nexo que une, que liga al nuevo ser con su 
madre. Se forma muy prematuramente y, mucho antes de que el embrión se 
convierta en feto, sustituye a la vesícula umbilical y a la alantoides 
en la tarea de proporcionar al nuevo ser, transportándolos desde la 
placenta, los elementos necesarios para su desarrollo.
Se compone de dos arterias y una gruesa vena, envueltas y protegidas 
por una masa elástica y resbaladiza de color blanco nacarado, con 
reflejos azules que transparentan sangre contenida en sus vasos, 
conocida como la gelatina de Wharton. El cordón umbilical tiene una 
longitud aproximada de 57 cms y un diámetro de 12 a 20 mm. El mejor 
momento de cortarlo es cuando ya ha dejado de latir. ¿Cuándo y por qué 
deja de latir el cordón? ¿Cómo afecta este hecho al recién nacido? ¿Qué 
cambios ocurren, entonces en su organismo?
El cordón deja de latir cuando el recién nacido empieza a respirar y 
al hacerlo, el bebé ha inundado de aire sus pulmones, el oxígeno del 
aire puede pasar directamente a la sangre del bebé, ya no es necesario 
transportarlo desde la placenta al feto. El cordón umbilical deja de 
latir, de funcionar, cuando ya no pasa por él una sangre oxigenada que 
el bebé ya no necesita, porque sabe oxigenar automáticamente, su propia 
sangre.
El recién nacido debe empezar a respirar de manera espontánea y 
suavemente. Por fortuna se han superado los tiempos en los que al recién
 nacido se le depositaba sobre una superficie dura y fría y se le 
azotaba para provocar su llanto y con él, la respiración, ahora se le 
suele dejar, por lo menos a los nacidos en casa, sobre el mórbiso y 
cálido abdomen de la madre y es de sentido común que, por bien asistido 
que haya sido el parto, el nacimiento debe ser, para el recién nacido, 
un trance bastante desagradable.
No debemos olvidar, el brusco y drástico cambio que sufre el feto al 
convertirse en recién nacido. El feto estaba flotando en el vacío, 
rodeado de un líquido suave y resbaladizo, a la temperatura justa y 
siempre igual, sin estar sujeto ni agarrado a ningún sitio, protegido de
 la luz, del aire, del ruido, mecido por los movimientos de la 
embarazada y arrullado por el tictac del corazón materno. Al final del 
embarazo ha terminado ya de autoconstruirse, no tiene otro quehacer que 
esperar el parto, ejercitando, de vez en cuando, sus miembros para 
comprobar si serán capaces de funcionar.
Suponemos que no sabe qué es el mundo ni lo que le va a pasar en él, 
pero lo que le pasa, nada más nacer es que el peso de la atmósfera, 
"aplasta" su frágil cuerpecito, que manos duras le agarran, que el aire 
penetra con violencia en sus bronquios, expandiendo por fuerza los 
pulmones colapsados, que el frío, la luz y el ruido salen a su 
encuentro, como fieras feroces dispuestas a devorarlo.
Lo menos que humanamente se debe hacer con un recién nacido es 
dejarle que empiece a respirar él solito, poco a poco, sin forzarle a 
hacerlo. Yo he comprobado, no una, sino muchas veces que los fetos nacen
 solos, que saben, por instinto, como colocarse para salir, igual que lo
 saben los demás mamíferos y que también saben empezar a respirar y a 
mamar porque les va la vida en ello.
Mientras el cordón late, no debe haber prisa por cortarlo, pues el 
aporte de oxígeno está asegurado por ese latido que quiere decir que la 
sangre sigue pasando. Cuando deja de hacerlo y el cordón se queda pálido
 y flácido, es el momento oportuno de hacerlo. Yo lo pinzaba con dos 
Kockher, cortaba entre ellas e impulsaba con un masaje suave la sangre 
que quedaba en la parte del cordón unida al feto, para que éste 
aprovechara de ella, hasta la última gota.
Ya mayor, con bastantes años de profesión a las espaldas, aprendí, en
 Roma, en donde tuve que refugiarme para encontrar un trabajo como 
matrona porque, después de saber porqué dolía el parto y cómo evitarlo, 
yo no quería cambiar de profesión, como ligar un cordón, mejor de como 
se hacía en Francia y en España, donde se usaba para tal fin cordonete 
estéril que venía, dentro de una ampolla, con el "trousseau" de parto 
que proporcionaba el SOE o se compraba en la farmacia. La única 
prevención para que el bebé no tuviera ninguna complicación era que el 
cordonete fuera estéril, fuera de este requisito, la matrona era libre 
de ligar en cordón cómo quisiera y yo, que siempre he pecado de 
perfeccionista, me cambiaba de guantes y dejaba el muñón lo más pequeño y
 vacío de sangre posible para evitar que se convirtiera en algo 
maloliente y desagradable de ver.
Pero, raras veces, la capa de gelatina de Wharton es más abundante y 
el cordón más grueso y más blando y hay peligro de lesionarlo si se 
aprieta demasiado al ligarlo. Con uno de esos cordones tropecé en Roma, 
trabajando en la conocida y famosa Clínica Guarnieri asistiendo a una 
cliente privada de muchas campanillas. Naturalmente, cuando la gelatina 
empezó a desecarse y el volumen del cordón disminuyó, el ombligo empezó a
 sangrar y la puérpera armó gran revuelo, creyendo a su bebé en peligro 
de muerte. El doctor Scarpinatti, que era el Director, tranquilizó a la 
mujer, diciendo ni más ni menos que la verdad del caso, que esa sangre 
estaba fuera de la circulación fetal, que era una ínfima cantidad y que 
al niño no le pasaría nada, pero a mí me llamó a su despacho y me dijo 
que preguntara a mis colegas cómo ligaban ellas el cordón y que 
aprendiera a hacerlo, a lo que yo no tuve nada que objetar.
Me llevaba muy bien con todas, eran muy expertas y sabían que yo no 
había tenido culpa alguna en el incidente, que había sido debido a que 
se había aflojado, al secarse la gelatina, la ligadura del cordonete y 
me amablemente se prestaron de buen grado a enseñarme lo que hacían 
ellas.
Vaciaban, igual que hacía yo, la sangre del muñon y hacían una 
primera ligadura cerca del ombligo y luego doblaban en muñón sobre sí 
mismo y lo volvían a ligar de nuevo, pero el "intríngulis" de la 
operación consistía en que, en ligar de cordonete, utilizaban un arito 
de goma, por supuesto esterilizado, el cual, conforme se reducía el 
cordón al secarse, conservaba, inalterable la presión sobre el mismo. 
¡Fué el gran descubrimiento, sobre todo para los partos a domicilio! El 
cordón no olía, su aspecto era más estético y, sobre todo, se secaba y 
se caía mucho antes. A mi regreso a España quise comunicarles el 
hallazgo a mis colegas de Maternidad, algunas de las cuales, aceptaron 
probar el invento, hasta que uno de los médicos ayudantes prohibió que 
se utilizase la goma "porque siempre se había usado el cordonete" lo que
 no impidió que fuera sustituido por la voluminosa y supongo que molesta
 pinza de plástico.
La bárbara costumbre de azotar al recién nacido, además de cruel era 
perjudicial, pues el llanto provocaba una fuerte inspiración que podía 
arrastrar gérmenes al delicado árbol bronquítico del recién nacido. Mi 
experiencia de muchos años es que hay que esperar, atenta y 
pacientemente a que el cordón cese de latir, cuando el bebé respire, 
poco a poco, sin necesidad de pegarle ni de atosigarle.
Únicamente, una vez nacida la cabeza, hay que cerciorarse si el feto 
tiene o no vuelta o vueltas de cordón al cuello, caso bastante 
frecuente, pues el cordón se forma muy precozmente y el menor tamaño del
 feto, antes del tercer trimestre de embarazo, puede dar lugar a que se 
enrede con él.
Si la longitud del cordón lo consiente, la vuelta alrededor del 
cuello estará floja y éste se podrá sacar, como una cadena o un collar, 
por encima de la cabeza, pero si está apretado o la vuelta es doble, lo 
mejor será cortarlo,entre dos pinzas, porque es muy arriesgado que el 
bebé nazca con una vuelta de cordón al cuello, que podría ahorcarle.
La sangre es un elemento vivo y precioso que no se debe desperdiciar y
 ese es otro de los motivos para no seccionar un cordón que aún late. Si
 en un parto a domicilio se hace así, saltará un chorro de sangre que 
impresionará desagradablemente a los presentes.
La mayoría de los partos los asistí a domicilio como era costumbre y 
no dejé de combatir la superstición, muy extendida, de que el ombligo no
 se podía mojar. Les enseñé a las puérperas a quitar la gasa sucia, sin 
molestar al bebé y a sustituirla con otra limpia, empapada en alcohol, 
cada vez que fuera necesario y envolviendo el muñón con otra gasa seca 
para que el alcohol no irritara la delicada piel, sujetándola con una 
vendita de gasa que dejara pasar el aire. Les aseguraba que el resto de 
cordón era una zona muerta y que no había peligro en tocarla, eso si, 
con la precaución de tener las manos y las uñas limpias.
LA BOLSA DE LAS AGUAS
Es un saco membranoso, transparente y elástico, 
compuesto por dos capas, la interna, llamada amnios y la externa, 
corion, que se forma alrededor del embrión, para proteger la formación, 
desarrollo y crecimiento del mismo, así como su transformación en feto y
 tiene dos misiones que cumplir, una pasiva, durante el embarazo y otra 
activa, en el parto, en el cual desempeña un papel muy importante. Está 
llena de un líquido suave y resbaladizo, compuesto de agua salada, con 
pequeñas cantidades de albúmina y una temperatura estable. La cantidad 
de líquido suele ser proporcional al tamaño del feto, para permitirle 
movimientos que no son hechos por casualidad, al buen tutún, sino que 
obedecen a un plan, tanto de desarrollo y ejercicio de los miembros ya 
formados, como de aprendizaje de las diversas posturas, no sólo 
necesarias, sino imprescindibles, con vistas al parto. Está 
herméticamente cerrada, como la cáscara de un huevo y al fruto de la 
concepción, que flota dentro del líquido contenido en ella, no puede 
llegar ningún elemento extraño que lo perturbe.
Durante en embarazo, la bolsa de las aguas va creciendo y aumentando 
su contenido líquido, al mismo tiempo que lo hacen el embrión y el feto,
 asegurando un espacio suficiente para el desarrollo del nuevo ser.
Lo normal es que la bolsa se rompa, espontáneamente, bien avanzado el
 periodo de dilatación, pero a veces se rompe antes y se llama rotura 
precoz cuando ocurre sin que la dilatación haya comenzado y prematura 
cuando la dilatación está en marcha, pero aún no es completa. La 
costumbre rutinaria de romper la bolsa para acelerar el parto está 
completamente injustificada, pues ésta se suele romper, por si sola, en 
el momento oportuno, cuando la resistencia de las membranas es menor 
porque al ser mayor la dilatación, también lo será la porción de bolsa 
inserta en el orificio cervical a costa del adelgazamiento y de las 
membranas.
PAPEL ACTIVO DE LA BOLSA
Cuando el cérvix, o cuello del útero, 
ha desaparecido y ya no pende dentro de la vagina, sino que sus fibras 
se han incorporado al segmento inferior del útero, condición 
indispensable para que la dilatación empiece, el canal cervical se ha 
convertido en un pequeño orificio, a través del cual, empujada por las 
contracciones uterinas, una pequeña parte de la bolsa, gracias a su 
elasticidad, puede insinuarse. A cada contracción, el útero disminuye de
 tamaño y el líquido de la bolsa, que no puede hacerlo, toma presión y 
busca salida. Entonces, el líquido contenido en la parte de la bolsa que
 se introdujo en el orificio del útero, toma presión, expande las 
membranas que lo contienen y agranda el orificio, circularmente, es 
decir, que el líquido contenido en la bolsa de las aguas es uno de los 
tres agentes gracias a los cuales se efectúa la dilatación, a saber:1º.-
 Las fibras musculares uterinas que tiran, de abajo a arriba.
2º.- El peso del huevo que, debido a la fuerza de gravedad de la Tierra empuja, de arriba a abajo.
3º.- El líquido amniótico contenido en la parte de la bolsa que 
precede al resto y que, presionada por las contracciones, agranda el 
orificio alrededor.Es muy importante que la bolsa se conserve íntegra 
durante la dilatación, pues colabora de manera muy suave y eficaz a 
ella, ya que, con su concurso se consigue una dilatación simétrica, 
evitando la formación del antipático y tradicional reborde cervical que 
tanta guerra daba a las matronas y tanto dolor inútil a las 
parturientas.
ROTURA INTEMPESTIVA DE BOLSA
El pronóstico de una rotura intempestiva de bolsa no es siempre el 
mismo. El líquido amniótico se considera dividido en dos zonas, se 
llaman aguas anteriores a la parte de liquido situada debajo de la 
presentación, que saldrán antes del feto y aguas posteriores a las que 
saldrán al mismo tiempo. Lo corriente, lo normal es que salgan 
únicamente las aguas anteriores y que la presentación fetal impida que 
salgan las posteriores obturando el canal del parto, con lo que el feto y
 su cordón umbilical pueden continuar flotando en ellas, hasta el final 
del parto. También puede suceder, aunque raramente, que haya líquido, 
entre el amnios y el corión y que el corión se rompa, mientras el amnios
 permanece íntegro y entonces, el embarazo prosigue como si la bolsa no 
se hubiera roto y el parto se produce a su debido tiempo. Yo he asistido
 más de un parto en los que eso ocurrió sin que ello causara deterioro 
ni complicación alguna.
¿Qué hay que hacer cuando un parto en casa comienza con la bolsa 
amniótica rota previamente? Es muy importante estar seguras de a que 
altura están de su evolución está el parto y del estado del feto. Un 
signo de alarma es que el líquido que fluye no sea limpio, con un olor 
peculiar que recuerda el del semen, sino turbio, espeso, verdoso o con 
mal olor. Esto no quiere decir que haya ocurrido o vaya a ocurrir una 
desgracia, pero hay que asegurarse de que el feto está bien, de que ha 
logrado recuperar un período de sufrimiento, debido a causas que debemos
 investigar.
Hay que recordar que nunca sale todo el líquido antes del parto y que
 suele quedar suficiente como para garantizar la supervivencia del feto,
 pero la asistencia en casa, de un parto que empieza con bolsa rota 
siempre debe ser más cuidadosa. El peligro de infección es, en ella muy 
remoto, aunque el ambiente no sea perfecto desde el punto de vista de la
 higiene, porque la parturienta vive, está aclimatada a él y tiene 
anticuerpos como para defenderse, aunque hay que tomar ciertas 
precauciones, en algunos casos.
En la mayoría de los casos, lo que complica un parto con aguas rotas 
es la impaciencia, pues como casi siempre esa rotura ocurre al final de 
la dilatación, se espera que el parto sea inminente y suele ocurrir todo
 lo contrario, que la dilatación sea más lenta, no sólo por la falta del
 tercer factor, sino también porque la disminución de líquido dentro de 
la cavidad uterina puede restar fuerza y por tanto, eficacia a las 
contracciones, por lo cual no es recomendable la amniorexis, hasta que 
la dilatación no sea casi completa o completa.
Consuelo Ruiz Velez-Frías
Autora de "
Cartilla para aprender a dar a luz". Editorial Thalassa
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